Por Máquina Crísica
Imagem: Parastou Forouhar
Entendemos que los primeros dictámenes que recibió nuestro artículo sobre investigación política, así como la reacción que opusimos a su contenido, son un interesante insumo para abrir las cajas negras de los procesos editoriales bajo hegemonía antropológica y cuestionar la arrogancia que se permiten algunos por estar ocultos bajo el anonimato. Cada cual saque sus conclusiones sobre la ética, la política y los énfasis teóricos que practican ciertos antropoprogres en los espacios donde pretenden imponer unilateralmente sus tibias polémicas.
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En el año 2021, presentamos la primera versión de nuestro artículo titulado Etnografías politizadas e investigación política: caminos de un desencuentro a la apreciación de les coordinadores del dossier “Etnografías colaborativas y comprometidas”, que, por aquel entonces, era preparado en el espacio de la Revista Tabula Rasa. El texto en cuestión se publicó recién en 2023 en la Revista Trenzar, un periódico activista dedicado a la educación popular y la investigación militante.
El tiempo transcurrido entre la primera presentación del artículo y su definitiva publicación estuvo marcado por la profundización de nuestro argumento a partir del rechazo a las objeciones censuradoras que les académicos de la etnografía colaborativa habían opuesto a nuestro manuscrito original en aras de obstruir su publicación en Tabula Rasa. Dichas objeciones, poco reflexivas, demasiado normalizadoras y perentorias, fueron refutadas ante les coordinadores del dossier. Sin embargo, estos eligieron ausentarse de todo debate con la arrogancia de quienes ignoran la complejidad de la discusión donde pretenden intervenir, hasta el punto de sentirse en condiciones de negarse a interlocutar con un colectivo que lleva más de una década desarrollando la crítica al disciplinamiento antropológico, impulsando la instrucción libre, debatiendo públicamente sus tesis y generando un amplio campo de resonancia para múltiples disidencias intelectuales y experimentaciones en investigación política.
La omisión de les cordinadorxs del dossier nos hizo suponer su adhesión a las tesis sostenidas por les dictaminadores. Frente a la censura y el silencio cómplice, elegimos seguir desplegando nuestra reflexión y luego la volvimos a enviar para publicación, esta vez sometiéndonos a la evaluación de intelecuales afines al debate democrático. Así, el artículo pudo sortear la censura. Ahora está a disposición de nuestres lectores para que tengan la oportunidad de participar en un debate cuyas primeras expresiones, muy duras por cierto, nos gustaría compartir con el público. Entendemos que los primeros dictámenes que recibió el artículo sobre investigación política, así como nuestra reacción a su contenido, son un interesante insumo para abrir las cajas negras de los procesos editoriales y cuestionar la arrogancia que se permiten algunos por estar ocultos bajo el velo del anonimato.
Cada cual saque sus conclusiones sobre la ética, la política y los énfasis teóricos que practican ciertos “antropoprogres” en los espacios donde pretenden imponer unilateralmente sus tibias polémicas.
En rasgos generales, en el marco del áspero desencuentro político-teórico suscitado por la recepción de nuestras tesis en el ya mencionado monográfico, se nos objetó que, a semejanza de Luis Guillermo Vasco –lo cual nos halaga–, teníamos dificultad de reconocer los “conocimientos otros”, salvo bajo las lentes distorsionadas de la mismidad. Les molestaba a nuestros censuradores que hiciéramos una reivindicación “abstracta” del encuentro y la reunión como lugares que no solo pueden concebirse en sustracción a toda figura de la alteridad, sino que además anticipan la constitución potencial de una heterogeneidad subjetiva situacionalmente inédita. Entendemos que esa objeción señala con claridad un punto decisivo de ruptura epistemológica entre el compromiso investigativo-disciplinar y el compromiso político-investigativo, al menos en los términos que mapeamos en nuestro artículo. A la suposición taxonómica de un “otro” siempre ya dado, coincidente con una exterioridad que es “ontológica” y civilizatoria a la vez, las investigaciones políticas parecen oponer la posibilidad de un sujeto “junto a”, y no “otro de”. En este sentido, hay políticas –y hay investigaciones– que tienen correlacionado un sujeto que no es preexistente, sino interior e inmanente a ellas. Se trata de políticas e investigaciones primordialmente a-disciplinares.
Podrá la/el lector/a recorrer algunos aspectos del corte decisivo entre apología disciplinar y compromiso político-investigativo mediante el examen de los dictámenes que presentamos a continuación y la respuesta que les opuso el Colectivo Máquina Crísica.
Leer el argumento que originó la polémica.
Dictamen 1


Dictamen 2
El texto tiene muchas potencialidades pero no realiza una propuesta que trate de dialogar con las experiencias de las investigaciones colaborativas y comprometidas en América Latina. Quizás el problema del texto radica en la estructura escogida y en la brevedad de los apartados en los que trata de abordar cuestiones de máxima relevancia, pero de un modo excesivamente breve e incluso fugaz. En el apartado 1. ¿Qué hacer con el otro?… Un tema crucial para la disciplina antropológica, sin ningún duda, pero que tiene poco sentido en un monográfico como el que aquí se desea abordar, porque nos termina presentando un relato excesivamente general sobre la disciplina antropológica y su relación con la otredad. En cuanto al apartado 2, “Etnografía como denuncia” resulta poco preciso, reducir dicho apartado exclusivamente a la experiencia del trabajo de Anne Chapman. ¿Dónde quedan el resto de múltiples experiencias que se han dado y se están dando en la actualidad en el contexto de América Latina?. Algo parecido encontramos en el apartado 3, “Antropología por demanda y autoetnografia” que solamente hay referencias al trabajo de Alcida Rita Ramos y Rita Segato. Es un apartado muy breve que dejan muchas experiencias fuera y sin abordar que se vienen acometiendo en las últimas décadas. En el apartado 3 de la “co-teorización” únicamente se alude al trabajo de Joanna Rappaport. ¿No hay otras propuestas y experiencias que deberían ser nombradas? En todo el texto parece que se presupone y asume una noción de lo político muy especifica, pero sin ponerlo en ningún momento en debate o cuestión. En el texto se plantea: “Quizás por eso la investigación política asume el aspecto de un dispositivo que produce subjetividad en la medida en que plantea problemas comunes, y produce acción al extraer de dichos problemas algún proyecto cognitivo que les suministre criterios específicos de solución” (página 19). Pero, ¿existe algún proceso social, investigador o no, que no produce subjetividad?… ¿No se le está otorgando a lo político, (que no queda claro qué es,) cierta narrativa totalizadora?… ¿No tendríamos que analizar y problematizar las múltiples y diversas formas de entender lo político, no en abstracto sino desde las experiencias concretas y aterrizadas?…. En definitiva, aunque es un texto con muchas potencialidades dada su naturaleza de trabajo teórico reflexivo, en conjunto, dada la brevedad con que aborda algunas la mayoría de los apartados, no termina de realizar una contribución a la producción existente sobre etnografía colaborativa y colaborativa, o una problematización sobre la misma.
Respuesta de Máquina Crísica enviada a les coordinadores del dossier
Estimadxs Leticia Katzer, Aurora Alvarez Veinguer, Gunther Dietz y Yanett Segovia
Sabemos que toda evaluación de un monográfico requiere de ciertos criterios que van más allá de las formalidades estilísticas, así como también somos conscientes que todo escrito es susceptible de mejoras y, aún más, que entre evaluación y escrito puede haber ciertas polémicas –lo que juzgamos correcto–. No obstante, al leer y releer los dictámenes frente a nuestro escrito, solo podemos concluir que este no fue aceptado en razón de una mera discrepancia de parte de los/las evaluadores/as con nuestro argumento, y no porque este carezca de sentido, solidez y profundidad. Así las cosas, nos parece que lo que se plasma en los dictámenes es, fundamentalmente, un ejercicio de censura teórica en el cual se nos recrimina el no estar en convergencia con la visión –sorprendentemente homogénea– que los/las evaluadores/as tienen de la colaboración-etnografía-antropología o el sentido político de esta. Desconocemos la metodología de evaluación que se emplea en los monográficos de Tábula Rasa, lo cual nos impide interpretar correctamente cuál ha sido el origen de las evaluaciones que recibimos el 2 de febrero. De todos modos, nos entristecería pensar que las mismas provienen del grupo de organizadorxs del dossier. Preferimos creer que provienen de lxs evaluadorxs designadxs por la revista. De ser así, convendría proponer al editor de Tábula Rasa una urgente ampliación de su consejo editorial, a fin de evitar que vuelvan a repetirse procedimientos arbitrarios de clausura del debate político-teórico como el que se hizo evidente, por las razones que detallaremos a continuación, en los dictámenes relativos al artículo de nuestra autoría, titulado: Indisciplinar el encuentro: de las etnografías comprometidas a la investigación política [título de la primera versión del manuscrito]. La consecuencia de este tipo de clausura es que el número dedicado a etnografías colaborativas y comprometidas en Iberoamérica corre el riesgo de no hacer justicia a la intensidad y la radicalidad de las controversias actuales en torno a la (im)posibilidad de operar una inscripción política de ciertos procedimientos investigativos profundamente arraigados en la epistemología de las ciencias sociales en general y de la socio-antropología en particular. En adelante nos proponemos mostrar por que consideramos que esta interpretación es correcta:
- Ambos dictámenes toman como criterio para negar la publicación de este trabajo las elecciones que se hacen en el artículo con tal de mostrar cómo la disciplina antropológica piensa su compromiso político con quienes trabaja. Sin duda, América Latina es una vasta y heterogénea región, con una producción intelectual bastante amplia en lo que a las ciencias sociales se refiere y en particular a las antropologías. De ningún modo nuestro artículo pretende desmerecer las múltiples experiencias que se han dado aquí. No obstante, con el propósito de respetar el número de caracteres definido por la Revista, debimos seleccionar, bajo ciertos criterios, las propuestas disciplinares con las cuales elegimos discutir. Esta selección puntual, pero representativa, es esencial desde el punto de vista de una estrategia de exposición que, además de recorrer los dominios disciplinares, también pretendió introducir otros movimientos investigativos que están ligados desde su inicio a la emancipación social. La selección de las referencias bibliográficas responde al objetivo de recuperar ciertas propuestas de formalización que, dentro del campo disciplinar, han delineado criterios para dar cuenta del debate entre política y antropología y cuya repercusión es ampliamente difundida en las academias antropológicas regionales. Por supuesto que sabemos que no son las únicas referencias posibles, pero sin duda son las que más peso han tenido en los últimos años con respecto al tema central del artículo, pues contemplan dilemas recurrentes del quehacer disciplinar y señalan sus posibles vías de resolución intra-académica. Estamos plenamente convencidos que todos los artículos enviados al dossier han tenido que hacer estas elecciones ante un panorama tan amplio, incluso aquellos artículos que presenten un estado del arte, lo que no es el objetivo de nuestro trabajo. Está claro, desde el segundo apartado, que no se hará una revisión exhaustiva de las variadas modulaciones del compromiso político en clave etnográfica, lo cual, por lo demás, nos permite sintetizar con seriedad los argumentos de los y las antropólogas conovcadxs para el debate.
- En este mismo sentido, uno de los puntos que más nos llama la atención, y que es una demostración de la censura ejercida por los/las evaluadores/as, es el argumento según el cual no tomamos en cuenta “conocimientos otros”: es claro en este trabajo que cuando hay una “investigación política” –por oposición a las etnografías comprometidas que son evocadas en los primeros apartados– no hay “conocimientos otros”, sino que todos los conocimientos son parte de la política que se pretende constituir, en la medida en que confluyen para su enunciación y cristalización. Todxs quienes participan en el espacio de una política son cognitivamente otrxs respecto del emplazamiento grupal previo a la instauración del compromiso colectivo. Esta es la configuración de lo político que se define bajo el régimen de las premisas de la investigación política tal y como las hemos podido desprender de las experiencias de Vasco, el estudio-acción (IAP) y el Colectivo Situaciones, cada una de ellas, a su vez, afectadas por sus respectivos contextos de realización y por las remesas teóricas originadas en un pasado más lejano de la investigacón a-disciplinar, cuyo referente es Mao Tsetung. Dicho sea de paso, cualquier persona mínimamente familiarizada con los derroteros de la investigación comprometida en Sudamérica desde la segunda mitad del siglo XX no pondría en duda jamás el hecho de que el llamado maoísta a “ir a las masas” e “investigar desde las reuniones” no constituye un elemento “anecdótico” de ciertas trayectorias intelectuales, sino más bien el estímulo decisivo que condujo a cientos de jóvenes intelectuales de distintos países a cuestionar las categorías interpretativas hegemónicas en sus campos disciplinares y a formar colectivos autónomos de reflexión en sinergia con el devenir de los llamados “procesos de base”.
- Nota a parte merece la brutalidad epistémica y la falta de rigor analítico con que uno/una de los/las evaluadores/as se propuso cuestionar nuestra interpretación de la experiencia de Luis Guillermo Vasco en Cauca y Nariño en la década de los ‘70. Básicamente, la/el evaluador/a no estaba de acuerdo con nuestra línea interpretativa que, en relación directa con el relato del mismo Vasco, sugería una analogía parcial entre las prácticas de discusión y socialización del conocimiento practicadas en las asambleas comunitarias de Cauca y Nariño a mediados de 1972 y las “reuniones de investigación” preconizadas por Mao Tsetung en su trabajo junto a los campesinos de Junan, en China Central, hacia la década de 1920. El/la evaluador/a hubiera preferido que nosotros interpretáramos esta analogía como el resultado de la dificultad del antropólogo para entender la “onto-epistemología” propia de los nasa, y común a otros “pueblos andino-amazónicos”. De este modo, en vez de concentrarnos en el hecho “anecdótico” de la correlación supuestamente falsa entre las prácticas de autonomía intelectual relatadas por Vasco y aquellas estimuladas por Mao –correlación “falsa” que, por algún extraño motivo, le permitió a Vasco operar un acercamiento efectivo a las prácticas reflexivas de sus interlocutorxs–, deberíamos haber “complejizado” nuestro argumento sobre la base de una reflexión en clave de “onto-epistemología”. En breve, nuestro movimiento argumentativo sería “injustificable” porque no se corresponde con los énfasis teóricos que preconiza el/la evaluador/a. Ahora bien, lo que sí parece “justificable” desde el punto de vista del autor del dictamen es avasallar completamente la singularidad histórica de la experiencia de organización de los nasa en un período que Vasco sitúa a “mediados de 1972” en las regiones de “Cauca y Nariño”, en beneficio de una categoría aplastante y controversial –muy a tono con la obsesión alterizante de la disciplina, ahora llevada a dimensiones ontológicas por la moda teórica del momento– como lo es la de “onto-epistemología” de los “pueblos andino-amazónicos” (!). Este breve ejemplo expone, con dramática claridad, la naturaleza de las ponderaciones que ha recibido nuestro artículo y el carácter inaceptable de las mismas si se trata de practicar el pluralismo teórico y el rigor analítico.
- Vale reiterar que nuestro escrito critica abiertamente –anclado en un ejercicio sistemático de discernimiento– la suposición de un “otro” siempre ya dado, coincidente con una exterioridad que es ontológica y civilizacional a la vez (ya tuvimos oportunidad de introducir nuestra perspectiva al respecto en un conjunto de textos publicados hace algunos año, precisamente en Tabula Rasa). La investigación política parece partir de otras premisas, y nosotros lo demostramos en el artículo: no hay sujeto preexistente, es decir, siempre que hay un encuentro político hay un sujeto que le corresponde junto a y no otro de. Este planteamiento difícilmente coexista con la noción de “onto-epistemología”, al menos en las connotaciones que pretenden hacerla compatible con el dogma disciplinario que asigna la alteridad radical a unidades sociales discretas y perennes, custodiadas por la taxonomía escolar. Esto indica que lo que motivó la negativa de nuestro artículo es claramente una discrepancia entre lo que los/las comentadores/as quieren leer y lo que a nosotros nos parece importante subrayar.
- Uno de los dictámenes señala la poca necesidad del segundo apartado, dedicado al problema del otro. No obstante, como parece quedar claro a lo largo de todo el artículo, lo que se critica de ciertas etnografías comprometidas es siempre la presuposición de un otro (interioridad-exterioridad), lo cual subsume el encuentro político a demandas disciplinares de legibilidad y presupone, además, sujetos localizables a priori, y no sujetos-de-una-política. Asimismo, era importante situar brevemente, en el desarrollo disciplinar, la pregunta por el compromiso político con lxs interlocutores/as, pues esta no surge de la nada: tiene su genealogía y sus condiciones/límites de enunciabilidad.
- El señalamiento de “dogmáticos” por parte de uno/a de los/las comentadores y de “totalitarios” por parte del otro/a también son demostraciones del tipo de censura ejercida contra un argumento que no es complaciente con el sentido común antropológico. ¿En qué medida es dogmático señalar que la política tiene correlacionado un sujeto que no le es preexistente ni exterior y demostrar que la teoría antropológica, por el contrario, solo puede entender por política las relaciones preexistentes, desde una posición exterior a esas luchas? ¿Por qué es totalitario decir que lo auténtico de toda política se articula, singularmente, en sujetos que sueñan con transformar las realidades desiguales que viven, prescindiendo de saberes tutelares? El decir que la política da lugar a sus propias formas subjetivas e intelectivas no es desestimar la heterogeneidad que dichas formas pueden asumir, eso es una suposición de los/las evaluadores, contaminados con sus prejuicios de lo otro.
- Uno de los dictámenes también nos recrimina: ¿No tendríamos que analizar y problematizar las múltiples y diversas formas de entender lo político, no en abstracto sino desde las experiencias concretas y aterrizadas?…. Para nosotros, el pensamiento y su enunciación constituyen formas concretas y aterrizadas de entender las políticas (por razones que no podremos desarrollar aquí, pero que están ampliamente discutidas en antropología y filosofía política contemporánea, no es aconsejable la yuxtaposición entre “lo político” y “la(s) política(as)”. Se trata de conceptos distintos que iluminan dominios de análisis irreductibles). Solo una postura puramente ideológica presupone tal concordancia entre el pensamiento y la experiencia (esto se llama empirismo), en vez de indagar el pensamiento como algo concreto que trabaja sobre sus posibilidades y sobre las brechas que mantiene con el objeto de una determinada experiencia. En tal sentido, nuestro trabajo es sobre el pensamiento y sus formulaciones: ¿cómo entiende la política la antropología disciplinar en algunas de sus expresiones más influyentes? ¿Qué es para la antropología disciplinar un compromiso político? ¿Cómo piensa la investigación comprometida al respecto del compromiso y el encuentro? Quizás estas preguntas debieron quedar mejor formuladas en el escrito. No hay problema con reconocer ciertos fallos, no obstante consideramos que esto no era lo que se nos criticaba.
- También nos parece incongruente que se nos pida, por parte de uno/a de los/las dictaminadores/as, un estado del arte de los debates que a este/a le interesan, cuando nos dice que no nos dimos el trabajo de dialogar entre las propuestas que habíamos tipologizado. Sabemos que tipologizar siempre resulta un ejercicio difícil y cuestionable, aunque en términos prácticos permite sintetizar las propuestas de una mejor manera y darles más claridad con respecto al argumento principal del artículo, que no es otro que el diferenciar la forma en como la antropología disciplinar piensa sus compromisos políticos y como lo hace la investigación política. Someternos a otro objetivo que no es el propuesto en el artículo es deshonesto con el trabajo intelectual aquí abordado.
- Confundir síntesis con un “abordaje fugaz” es también, a nuestro juicio, inapropiado. Este trabajo tiene una apuesta política clara que implicó un esfuerzo honesto de síntesis de los/las autores/as y colectivos abordados, dado el espacio de escritura. Las síntesis son fruto de un arduo trabajo de meses tratando de articular nuestro argumento con las propuestas analizadas. Claramente, al no ser esta una monografía, y sí un artículo, difícilmente tendremos el espacio suficiente para dar cuenta de manera más extensa de algunos planteamientos o sus cruces como sugieren los dictámenes. Este trabajo nunca tuvo como objetivo dar un panorama de los debates antropológicos al respecto del compromiso, y sí hacer un balance de algunas propuestas puntuales –entre otras, eran aquellas que también fueron reivindicadas en la convocatoria del dossier.
- Por último, nos tomamos la molestia de responder a estos dictámenes no porque pretendamos que se vuelva a tener en cuenta el artículo por parte de la revista, sino para dejar muy claro que aquí lo que existe es un desinterés por encarar un debate plenamente justificado. Ante ello, lamentamos profundamente –al tiempo en que lo constatamos empíricamente– el hecho de que la socio-antropología disciplinar, tal y como se deja entrever en el tenor de los dictámenes, no es más que un chauvinismo teórico: no puede existir sin la categoría de lo otro, peor aún, es incapaz de pensar junto a un colectivo. El único compromiso de la antropología es con su propia reproducción. Por eso, al final, no sorprende que los/las antropólogxs sean vistos/as como enemigos/as de muchas luchas emancipadoras en el continente o, a lo sumo, como una cajita de herramientas para interlocutar con el estado, siempre bajo el riesgo de domesticar enunciados rebeldes. Es, pues, una pena que no exista espacio para descolocar la vanidad antropológica. Creemos que, en base a lo dicho hasta aquí, lxs organizadorxs del dossier coincidirán con nosotros en este lamentable diagnóstico.
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