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Porque lo que es con el campesino o campesina, es conmigo: Reflexiones de una colombiana en el extranjero

Por Marcela Velásquez Cuartas

Los campesinos y las campesinas ya no tienen miedo, por eso están en las calles y en plazas “paraos’ en la raya” para reclamar su histórico derecho: “Vivir en sus tierras”.

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Las “revueltas” sociales en Colombia son pan de cada día, la represión es la única estrategia de los gobiernos de turno para apoyar dichas revueltas, pero la indiferencia por parte de la población ante estas “revueltas”, es la mejor arma que tienen los gobiernos para mantenerse en el poder.

El 19 de agosto de 2013, el movimiento campesino colombiano se alzó en ruanas, semillas y cacerolas para decir no más a los gobiernos injustos, a las políticas neoliberales que están acabando con el campo y el presidente Juan Manuel Santos, ocho días después manifestó “ese tal paro nacional agrario, NO EXISTE”.  Tal frase hizo despertar en el mismo movimiento campesino, una sensación de subestimación sobre el alcance político y social que tiene dicho paro, pero por primera vez, en varios años de gobiernos paramilitares, asesinos de su propio gente, hombres y mujeres de todas las edades y sectores, alzaron su voz de inconformidad y salieron a las calles para reafirmar y fortalecer la lucha campesina. La frase de “lo que es con el campesino y la campesina, es conmigo”, tomó una increíble fuerza que hoy, a casi quince días de paro nacional, se sigue sintiendo. Es tal el alcance, que hasta en Londres y París, se apoya el paro agrario, y ahora en Brasil, las voces de aliento no se hacen esperar. Los videos y las redes sociales, por fin están jugando un papel importante, no como tergiversador de la información, sino como un punto a favor para este movimiento campesino que se levantó con toda la dignidad, con esa berraquera de los años de aguante. Con luz de esperanza y con sorprendente humildad el movimiento campesino continúa presionando y como dijo Mauricio Sanchez (uno de los líderes de la movilización campesina) “el gobierno pensó que estábamos diezmados, acabados, pero los hechos demuestran que el movimiento campesino no solo está vivo sino que está en pie de lucha, dispuesto a ir hasta donde sea necesario para que se resuelvan los problemas acumulados en décadas de abandono y exclusión”.

Esta nueva movilización popular en Colombia tiene otro matiz, otro “tinte” en el sentido que no se le está mirando como una “revuelta” más de gente “inadaptada” (diría mi papá), sino como un despertar frente a lo pasa en los países de América Latina. La realidad colombiana la siento aquí en Porto Alegre, mis amigas y amigos que viven en ciudades como São Paulo o Rio de Janeiro también, porque si bien nuestros “imperios colonizadores” no fueron los mismos, las dinámicas de explotación y despojo sí. No estamos luchando desde las particularidades, sino precisamente desde la necesidad de una soberanía, de un derecho a la autonomía y defensa de la tierra que nos vio nacer y crecer. Yo me sueño con un país en paz con justicia social, me sueño con un país en donde mis hijos o hijas puedan estudiar, puedan vincularse a organizaciones populares sin ninguna estigmatización, conociendo la historia del lugar de donde vienen y con miradas críticas, reflexivas. Me sueño un país de acciones políticas, entendiendo esto, como un ejercicio legítimo de ciudadanía, de democracia que no oprime, por el contrario, alienta, me llama a las calles. Una amiga brasilera conmovida por la compleja situación de Colombia (un país con un conflicto armado y social de más de seis décadas) mencionaba que la paz de Colombia es también la paz de América Latina. Ahora viviendo en otro lugar, con un idioma diferente y como es normal en los procesos de “deslocamiento”, me siento con la responsabilidad histórica de apoyar un paro, desde mis capacidades claro, pero apoyarlo, hacer llegar a personas diversas eso que la hermosa canción de Ana y Jaime nos dice “tu patria es mi patria”, y el dolor de la desaparición que viven aquí hombres y mujeres por la brutalidad policial, es la que viven los campesinos y campesinas en las montañas de Colombia, la diferencia son los escenarios, pero los daños y las represalias no.

Hoy me pongo la ruana (al menos tengo una que me hace pensar que la tengo), me pongo mi mochila para salir a las calles de Porto Alegre a decir que Colombia nos necesita, y no en sentido filantrópico, sino en una ayuda política, de que pensemos que lo político está desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, de venirnos a estudiar en otro país, de tomar posturas y dejar el miedo; los campesinos y las campesinas ya no tienen miedo, por eso están en las calles y en plazas “paraos’ en la raya” para reclamar su histórico derecho: “Vivir en sus tierras”.

Cierro estas pequeñas reflexiones con una canción, ya que sin la música, los días de lucha serían más tediosos: “Yo lo que vengo buscando…es tierra”.

O Grupo de Estudos em Antropologia Crítica é um coletivo independente que atua na criação de espaços de auto-formação e invenção teórico-metodológica. Constituído em 2011, o GEAC se propõe, basicamente, a praticar “marxismos com antropologias”. Isto significa desenvolver meios para refletir, de maneira situada, sobre os devires radicais da conflitividade social contemporânea. Delirada pelo marxismo, a antropologia se transforma, para o GEAC, numa prática de pesquisa e acompanhamento político das alteridades rebeldes que transbordam e transgridem a pretensão totalitária do modo de produção vigente e da sua parafernália institucional.

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