Publicado originalmente em: Solilente
Lo otro, para la antropología institucional, siempre aparece como un desvío del lugar de enunciación del sujeto antropólogo que describiendo lo otro da nombre a la antropología. No obstante, esta tarea se hace difícil una vez que aquello que la antropología ha normalizado como otro se acerca a la exterioridad singular del antropólogo. De esta manera, es difícil no darse cuenta que el encuentro ya no es exactamente con lo otro, ni siquiera con los otros, pero tampoco con uno mismo.
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Tomás Guzmán Sánchez
Lo impersonal
Aquello que sentimos como propio pero que no nos pertenece es, en el sentido de la experiencia, un sujeto que se falta a sí mismo. Indagar etnográficamente en este sentido no es negar ninguna condición concreta de la constitución del sujeto, sino más bien preguntarse por esas condiciones concretas que permiten pensar las articulaciones en las cuales los sujetos se entraman, cortan y conectan sus virtualidades. Las emociones surgen así como flujos inapropiables de situacionalidades que se encuentran. Estos encuentros ya no son una distinción clara entre un yo interno y una exterioridad, sino más bien una exterioridad que es el propio sujeto, posibilitando la enunciación de esa exterioridad como propia, es decir, singularizando la experiencia en el encuentro.
Des- encuentros
Hablando en términos disciplinares e institucionales, la antropología siempre ha hecho énfasis en el encuentro con el otro. Sin embargo, lo que aún le cuesta trabajo preguntarse a esa antropología es, en términos políticos, qué es lo que produce la otredad. Lo otro, para la antropología institucional, siempre aparece como un desvío del lugar de enunciación del sujeto antropólogo que describiendo lo otro da nombre a la antropología. No obstante, esta tarea se hace difícil una vez que aquello que la antropología ha normalizado como otro se acerca a la exterioridad singular del antropólogo. De esta manera, es difícil no darse cuenta que el encuentro ya no es exactamente con lo otro, ni siquiera con los otros, pero tampoco con uno mismo.
La amistad
No, no es mi intención decir que la etnografía deba convertirse en un documento sobre la amistad, ni que el antropólogo deba ser amigo de todos sus interlocutores. Pero es indudable que en campo se hacen apuestas políticas y que esas apuestas políticas atraviesan sujetos.Es más, estas apuestas son los condicionantes de toda etnografía. La amistad es una de esas apuestas, por lo menos en ciertos casos: es una apuesta por vínculos emocionales capaces de generar transformaciones concretas en la vida de quienes se ven atravesadas por este vínculo no necesario. Así que la pregunta por la amistad es siempre una pregunta necesaria, pues en este vínculo se expresa la exterioridad de la que se quiere dar cuenta como experiencia de vivir.
La amistad como lo impersonal
Traigo esta idea de la lectura que el filósofo italiano Giorgio Agamben hace de los pasajes 1170a 28-1171b 35 de la Ética Nicomachea de Aristóteles. En uno de los comentarios a los pasajes puede leerse, respecto a la relación entre estos y la formulación de Nietzche sobre el ser, lo siguiente: “Há equivalencia entre ser e viver, entre sentir-se existir e sentir-se viver. É e uma decisiva antecipação da tese nietzcheniana segundo a qual: “Ser: nós não temos disso outra experiencia que viver”. (Uma afirmação análoga, mas mais genérica, pode ser lida também em De An. 415b 13: “Ser, para os viventes, é viver”[…]” (Agamben, 2010, p. 88). No obstante esto, no me atengo a las implicaciones filosóficas traídas por Agamben en su ensayo. Lo retomo como evocación apropiable a la construcción del relato etnográfico, sin con ello demeritar la reflexión traída por el pensador italiano. Al mismo tiempo, esta evocación es puesta aquí para enfatizar sutilmente que las sensaciones son formas concretas no plausibles de ser objetificadas, en donde vida y experiencia se corresponden creando una situación en la que cuerpos se relacionan pero sin ser una cualidad propia de ningún sujeto: lo que se comparte. Es decir, el liminar entre las sujeción y la subjetivación donde la experiencia es puesta como el propio sentido de la vida expuesta a otros. En el caso de la amistad, no sólo es expuesta sino transformada a partir de la sujeción que crea la amistad bajo lo que el propio Agamben llama alter-ego: “O amigo não é um outro eu, mas uma alteridade imanente na “mesmidade”, um tornarse outro do mesmo” (Agamben, 2010, p. 90)**.
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AGAMBEN, Giorgio. “O Amigo”. En: O que é o contemporâneo? E outros ensaios. Chapeco: Argos 2009.
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Notas
* “Existe una equivalencia entre ser y vivir, entre sentirse existir y sentirse vivir. Una decisiva anticipación de la tesis nietzcheniana según la cual: “Ser: no tenemos de ello más que la experiencia de vivir “. (Una afirmación análoga puede ser encontrada también en De An. 415b 13: ” Ser, para los vivientes, es vivir” (Traducción libre).
** “El amigo no es un otro de uno mismo, sino una alteridad inmanente en la “mismidad”, un tornarse otro de lo mismo”. (Traducción libre)
*** Nota: esta son apenas breves anotaciones sobre la amistad y lo impersonal. Idea que esta en construcción.
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