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Mao Tse Tung y la pesquisa política. Comentario a Pensamientos Excesivos.

Por Pablo Díaz Estévez

Imagen: campesinos del norte de Shaanxi se detinenen a charlar con Mao Tsetung en 1938. Película de Roman Lazarevich Karmen.

Antes de hacerlo público, enviamos el libro Pensamientos Excesivos a algunos amigos y tratamos de convencerlos de que nos compartieran un par de comentarios breves, o no tanto, a fin de estimular a otros lectores a tomar contacto con la obra. Reacciones como las que nos hizo llegar el camarada Pablo Díaz, desde Uruguay, bien podrían convertirse en prólogos del libro: son perspectivas que extraen síntesis novedosas al argumento de Máquina Crísica porque lo sitúan, con agudeza y sensibilidad, en el devenir de otras hipótesis, conceptos y militancias. Al redimensionar el alcance y las posibles consecuencias de lo que proponemos en el libro, estas reacciones nos dan la pauta para buscar otras formas de autoenunciación en pos de ampliar nuestras interlocuciones y alianzas.

Les compartimos, a continuación, los comentarios de Pablo.

* * *

Queremos saber la opinión de ustedes, no es sólo escuchar lo que nosotros decimos, queremos que ustedes participen, que nos den una mano. De aquí a unos años, cuando les pregunten cómo estuvo en Uruguay, van a poder decir que hicieron algo, que participaron, que aquello es de ustedes también. Es mucho más lindo así, ¿no?

Érico, in memoriam

Pocos esfuerzos de la antropología llegan al autocuestionamiento indisciplinado. Menos aún con la perspectiva colectiva, comunitarista y rebelde de Máquina Crísica. Haciendo mías las palabras de Érico, “aquello” es mío también.

Pero ¿es posible recuperar la etnografía?, ¿meterse a la cueva de la antropología y robarle ese cachorro?, ¿es posible reclutar profesionales de la antropología para tareas emancipadoras del siglo XXI sin dejar intacta la disciplina?.

Según el antropólogo Gilberto López y Rivas, estamos en un momento de guerras asimétricas, donde la antropología y la geografía cartografían “participativamente” la otredad en medio oriente o en Centroamérica, para que, a partir del control cultural de diversos pueblos, el Pentágono pueda neutralizar resistencias, controlar sus territorios y bienes comunes. Y transcribiendo palabras y sentires de este compañero, que nos dejaba hace unos meses en la UNAM: aún quedan académicos que no están en renta ni están en venta, que estudian con el pueblo, no para su individual acumulación académica originaria.

Mao (profesor de escuela primaria de origen campesino) investigó la cultura campesina, pero también generó un puente de comunicación política y militar con el campesinado. Sin investigación, no habría logrado una teoría revolucionaria propia. La investigación asemejada a una larga gestación a la espera del parto: la praxis.

Desde esa perspectiva, celebro la constante referencia a lo vivido, en Porto Alegre, en Buenos Aires, en Bella Unión, porque nos permite partir de la propia experiencia del colectivo Máquina Crísica, y desenterrar sus aprendizajes, las lecciones de ese proceso. Es posible convocar nuevos compañeros en esos campos, pensando en que no existe una mixtificación del poder teórico sobre las mentes y los espíritus de estudiantes y de quienes se licencian en la disciplina, porque las circunstancias objetivas y subjetivas quizás colaboren en colocar una bomba teórica en el seno, en el ethos del intérprete y analista cultural.

Para llegar a esos excesos o exabruptos (diría Rodolfo Kusch), pensando colectivamente en una didáctica del reclutamiento de profesionales de la antropología, es que podemos volver a recuperar la experiencia de Mao. En primer lugar podemos tener una definición de que las tareas de liberación con nuestros pueblos oprimidos, las realizaremos sin utilizar las armas del enemigo, con mucha comunicación con los oprimidos, sus deseos, sus causas, sus cosmovisiones, sus lenguajes. Soñando con una sociedad sin división del trabajo manual e intelectual, donde estudiamos y trabajamos, donde no nos explotamos entre nosotros. Con bienes comunes bajo la propiedad colectiva, y espacios para diversas formas de posesión de bienes y servicios que no ahoguen las diversas formas culturales de “apropiación” de los medios de vida, ni el trabajo individual o en solitario de quienes así decidan ejercer sus libertades. Una comuna definida por una diversidad de sujetos, incluyendo a la naturaleza como sujeto de derechos, con una economía a su medida y, al mismo tiempo, a la medida humana. Nueva sociedad, que ya existe en este capitalismo digital, como acto pero aún más como potencia.

En segundo lugar, definamos las expresiones orgánicas de estos anhelos, las organizaciones y sujetos colectivos con los que queremos caminar hacia estos posibles. A sabiendas de que las cátedras libres, las universidades autónomas y comunales, los movimientos sociales, pueblos originarios y ancestrales, entre otros miles de espacios, alteran al capitalismo en algunas dimensiones, y no en todas. A sabiendas de que las democracias de baja intensidad y las opciones electoralistas consumen muchas energías del movimiento popular, tan entretenidos como el Señor Ye con las figuras de “dragones”. Pero es bifurcando y superando con los pueblos esas contradicciones donde podemos gestar los puentes de comunicación-acción-revolución que nos liberen, que nos indisciplinen.

No solo investigando, sino también militando es que lograremos la recuperación de la praxis que tensiona el trabajo académico desde el trabajo político. Porque “investigar un problema es resolverlo”, no solo comprenderlo o explicarlo, sino “resolverlo”. Si bien, no todos los problemas tienen una solución lineal, pero sí un abordaje desde la intervención, desde el trabajo concreto, desde el cuerpo y las manos. Es ahí donde la división del trabajo opera para que cientistas sociales no intervengan y para que su tarea sea apenas de “intelectuales”, de asesorar la intervención del Estado, del mercado o de otros “agentes” sociales. 

La “reunión de pesquisa” es la comunidad política de referencia para quien investiga y milita. Mientras que la comunidad científica es la que valida el paradigma académico y condiciona la formación académica distanciada, “objetiva”o intersubjetiva, que se supone valorativamente neutral.

Un proyecto político (hasta el de un partido marxista disciplinado y revolucionario) puede instrumentalizar el conocimiento científico para sus propios fines.También la comunidad científica puede domesticar el conocimiento crítico, despolitizarlo, y neutralizar el accionar político alternativo de sus profesionales de la ciencia. En esa contradicción, la tarea parece doble: en ambas comunidades, volver a la praxis, desfragmentar acción y pensamiento. Procurar una etnografía que incluya el papel de quien investiga, el registro propio de su lugar político de escritura, que incluya la reconstrucción participativa y disruptiva de la perspectiva de la otredad, la construcción de canales de comunicación entre los diversos cortes culturales y de hipótesis sobre horizontes subversivos comunes. Se trata de acompañar el proceso de superación de la división social/sexual/racial del trabajo de investigación, con espacios de autoformación colectiva de la autonomía de sujetos de conocimiento. No solo popularizando el saber revolucionario, sino recuperando el saber popular y sus elementos emancipadores, cuestionándolo y cuestionándonos desde la dignidad, la humildad y la honestidad intelectual.

Claro que las urgencias de investigación de Mao para disciplinar un ejército popular en un contexto de violencia explícita no son las mismas que en un contexto de violencia silenciosa como el que vivimos. En Uruguay, por ejemplo, entiendo que las principales contradicciones del campesinado son las que se dan en silencio, las que generan resistencias invisibles, soledad, aislamiento, división, personalización del conflicto, depresión, violencia doméstica, femicidios y suicidios. Aquí (y principalmente en el campesinado) lo público, los problemas públicos, se vuelven personales. La investigación en busca de “soluciones” debería gestarse de acuerdo a este contexto, parir conocimiento nuevo en su propia tierra.

Esto, sin duda exige la valentía de pensar por sí mismo, “parar para pensar”, “tomar em nossas mãos os meios de produção do conhecimento e libertá-los da soberania disciplinar, colocando-os sob controle de uma multidão de “reuniões de pesquisa”.

Gracias por convocarlas.

Pablo Díaz Estévez, Tacuarembó, Uruguay

O Grupo de Estudos em Antropologia Crítica é um coletivo independente que atua na criação de espaços de auto-formação e invenção teórico-metodológica. Constituído em 2011, o GEAC se propõe, basicamente, a praticar “marxismos com antropologias”. Isto significa desenvolver meios para refletir, de maneira situada, sobre os devires radicais da conflitividade social contemporânea. Delirada pelo marxismo, a antropologia se transforma, para o GEAC, numa prática de pesquisa e acompanhamento político das alteridades rebeldes que transbordam e transgridem a pretensão totalitária do modo de produção vigente e da sua parafernália institucional.

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